Reforzar las defensas inmunitarias implica actuar sobre el propio estilo de vida (modificar la alimentación, preservar el sueño, practicar una actividad física, etc.). También se pueden utilizar algunos productos naturales. Vitaminas, oligoelementos, aceites esenciales: hay muchas maneras de reforzar la inmunidad y prepararse para la llegada del frío, el invierno y las enfermedades que lo acompañan.
La inmunidad se refiere a la capacidad del organismo para defenderse de sustancias que amenazan su correcto funcionamiento o su supervivencia. Estas amenazas pueden ser virus, bacterias, hongos o parásitos, células que se han vuelto cancerosas o un cuerpo extraño como una astilla.
¿Por qué tenemos menos inmunidad en invierno?
Las estaciones frías, que coinciden con una mayor circulación de virus, suelen ser mal recibidas por el organismo.
Si la inmunidad está a media asta cuando se acerca el invierno, no es sin razón. En algunas personas, la producción de serotonina disminuye entre el otoño y el invierno, y provoca la aparición de un síndrome depresivo, fatiga y estrés. Esta hormona no sólo es segregada por las neuronas, sino también por las células del sistema inmunitario. El intestino produce más de 95% de serotonina.
No es raro tener antojos de azúcar, sobre todo al final del día y por la noche, cuando los días se acortan y la luz se hace más tenue. Es normal: el organismo intenta compensar la disminución de serotonina en el cerebro. Aumentar la producción de serotonina significa combatir el estrés y, por tanto, reforzar el sistema inmunitario.
Para evitar los virus, ¡duerme y haz ejercicio!
Duerme de 7 a 8 horas por la noche y, durante el día, deja que entre la mayor cantidad posible de luz natural en tu casa, o en tu lugar de trabajo si puedes. Por ejemplo, puedes colocar algunos espejos en lugares estratégicos para reflejar la luz del día en la habitación.
Una actividad física regular, como simplemente caminar 30 minutos al día, mejora la circulación sanguínea, aumenta las células inmunitarias y reduce el riesgo de infección respiratoria en 40%. Por el contrario, el sobreentrenamiento tendría un impacto bastante negativo: tras una sesión de deporte demasiado intensa, se produce un descenso de la tasa de linfocitos, lo que significa menos anticuerpos potenciales en caso de ataque. Depende de ti encontrar el equilibrio adecuado, sin forzarte.
Una dieta especial para el sistema inmunitario
Es importante no cambiar bruscamente de dieta, favorecer los productos de temporada y no añadir azúcar o grasa a la alimentación con el pretexto de que se siente la tristeza del invierno. Y lo ideal sería reducir el consumo de bebidas alcohólicas y refrescos azucarados, que pueden desregular el sistema inmunitario.
Para estimular la producción de serotonina y, por tanto, el funcionamiento de las células inmunitarias neuronales e intestinales, asegúrate de dar preferencia a los hidratos de carbono de digestión lenta, como el pan, la pasta, los cereales y el arroz, en lugar de los hidratos de carbono de digestión rápida procedentes de los dulces, las galletas y la bollería.
Las vitaminas, aliadas de la inmunidad
Vitamina A
Estimula la proliferación de glóbulos blancos y la producción de anticuerpos por los linfocitos. También es esencial para la función de barrera de la mucosa intestinal. La dosis adecuada: de 600 a 800 microgramos al día. Para una ingesta, piense en las zanahorias, la calabaza o las espinacas.
Cuidado, para las mujeres embarazadas, los suplementos que contienen vitamina A (retinol) y, en particular, el aceite de hígado de pescado, pueden ser perjudiciales y provocar malformaciones congénitas si se supera la dosis recomendada.
Vitamina C
Es un potente antioxidante que protege los glóbulos blancos y aumenta su movilidad. Estimula la producción de citoquinas, los mensajeros que activan la respuesta inmunitaria. Se encuentra en frutas y verduras. La dosis diaria recomendada es de 110 mg al día.
Vitamina E
La vitamina E hace referencia a un grupo de moléculas denominadas alfa-tocoferoles. Están presentes de forma natural en los alimentos, como las semillas de girasol o los aceites vegetales. Los estudios han demostrado que la vitamina E compensa la pérdida de respuesta inmunitaria debida al envejecimiento estimulando la producción de glóbulos blancos y es útil en la lucha contra las infecciones respiratorias.
Vitamina D
Se sabe que activa los glóbulos blancos (células T) necesarios para fabricar anticuerpos y destruir los microbios. Se encuentra principalmente en los pescados grasos (hígado de bacalao y su aceite, arenque ahumado, caballa, etc.). Dos formas son las más corrientes, la D2, de origen vegetal, y la D3, de origen animal. No hay diferencia de eficacia entre ambas, pero una ingesta mínima recomendada de 5 microgramos al día se potencia con la exposición diaria a la luz del día, ya que la producción de vitamina D es inducida principalmente por los rayos UV.
Magnesio, selenio, zinc: depender de los oligoelementos
El selenio interviene en el sistema inmunitario manteniendo en alerta a los glóbulos blancos. A razón de 50 microgramos al día, se encuentra en el queso emmental, el jamón cocido o los champiñones de botón.
El zinc (marisco, aves, queso, etc.), a razón de 10 a 15 mg al día, protege las membranas celulares de la infección por agentes microbianos.
Tome también magnesio para reforzar su sistema inmunitario y combatir la fatiga. Algunos estudios indican que el cloruro de magnesio estimula los glóbulos blancos. Muchos alimentos contienen magnesio: marisco, cacao, almendras, especias, pan y arroz integrales...
Todos estos principios activos, en un tratamiento trimestral, repondrán sus reservas anuales para pasar un invierno tranquilo. Tienen diversos beneficios tanto físicos como mentales.
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Como puede ver, un sistema inmunitario que funcione bien ayudará a su organismo a combatir eficazmente los resfriados, la gripe y otras infecciones. Para conservarlo o potenciarlo, es necesario adoptar un estilo de vida saludable y una dieta variada y equilibrada.
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